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Hubo un tiempo en que Guadaira vivió un tórrido romance con Madrid. Un tiempo en el que los novillos de Manuel Cañaveral embestían a todo lo que se les pusiera delante. Por abajo, como los bravos, empleándose, transmitiendo y con poso bravo. Aún recuerdo uno de El Sombrerero, sin ir más lejos.
Sin embargo, y pese a que el sector más torista de la plaza empujó hasta decir basta, la novillada no rompió. Ni uno de los seis, pese a que al tercero le pegaron una ovación por moverse. El cómo se movió fue otra cosa. Y mala.
He dicho muchas veces que Madrid no es la que era, y se vio muy claro con los novilleros. A los aprendices les midieron como a las figuras, o más duro aún, porque las tragaderas de algunos en lo que va de feria parecen no tener fin con algunos de los tocados por su varita. Y a los chavales, en lugar de arropar y apoyar, como siempre fue, les recriminaron cosas que han permitido con algunos de los considerados "toreros de Madrid".
La novillada de Guadaira fue muy mentirosa, o de público. Seguramente, Manuel Cañaveral saliese mucho menos contento que el público. Con esa movilidad engañosa de parecer que arrancar de largo para no tomar los trastos nunca por derecho. Caras por arriba, a la defensiva, sin emplearse dos veces y protestando cuando los apretaban.
El ejemplo más claro fue el tercero, al que le pegaron una ovación después de no tener tres embestidas buenas. Cosas de Madrid. El novillo, sin remate pero enseñando las puntas, acudió de largo al peto aunque no se empleó, como tampoco hizo en la faena de muleta de Cristian Escribano, que lució al de Guadaira de largo, le dio ventaja, le puso bien la muleta y buscó la colocación en todo momento.
No siempre salió limpia la faena, porque el novillo protestó muchas veces y le enganchó otras pocas. El animal, que había manseado antes, se abría buscando la huída, aunque volvió al toque. Al natural la faena de Escribano comenzó a subir de tono, con muletazos más de uno en uno buscando siempre el sitio del novillo, que terminó teniendo que cerrar en la segunda raya, y ahí fue donde terminó mejorando la cosa en dos series en redondo, con mayor ligazón.
También le tocaron las palmas al cuarto, un señor toro, muy montado y que tampoco se empleó, salvo en contadas ocasiones por la mano diestra. Saldívar insistió sobre la zurda no pocas veces tras un desarme, aunque lo mejor llegó al final con una serie en redondo. Sin embargo, el novillero, al que no se le ve fresco y parece pesarle la brutal cornada del año pasado, cortó la serie en el tercer muletazo. Lo mejor, el sopapo con el que lo tumbó sin puntilla.
Para estocada, las dos de Luis Miguel Casares, al que trataron de forma muy desagradable. El chaval intentó un quite al primero por chicuelinas quedándose muy quieto y el novillo le arrancó el capote. Lo intentó en otro al quinto por gaoneras y casi se lo arrebata. Pero no fue por falta de ganas.
El segundo, muy flojo, se defendió con tornillazos casi toda la faena. Por eso enganchó al novillero, que si bajaba la mano lo mandaba al suelo y si lo hacía por arriba se enfrentaba al molesto punteo. De mitad de faena en adelante corrigió ese defecto y buscó llevarlo tapado por el izquierdo, dejando también una buena serie a derechas. Todo lo hizo él.
El que abrió plaza para Saldívar estaba muy flojo. Se movió con la cara suelta y sin humillar, y el mexicano no le encontró el temple, ni con la tela ni con la espada. El quinto de Casares, un tío con toda la barba, embistió sin clase ni transmisión. El aragonés protagonizó una faena larga e irregular, sin terminar de pasar la delgada línea roja. Y cobró otra estocada.
Cerró plaza un toro con cuajo pero sin fuelle. Manseó escandalosamente en el peto e hizo hilo en banderillas, donde un milagroso capotazo de Tito salvó al compañero. Después el animal se defendió y no tuvo celo alguno. Escribano estuvo paciente en una faena larga que no llegó arriba, pero en la que intentó buscar las vueltas.
MADRID, 24 DE MAYO
19ª de San Isidro. Tres cuartos de entrada.Novillos de Guadaira, desiguales de presentación. Descastados en general. 3º manso y con transmisión, aplaudido en el arrastre.
Arturo Saldívar, silencio y silencio.
Luis Miguel Casares, silencio y silencio.
Cristian Escribano, silencio tras aviso y silencio tras aviso.
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