Formacion de las ganaderias


Alberto Vera “Areva”, está considerado como uno de los especialistas más documentados en lo que respecta a los, orígenes del toro de lidia. En su excelente obra “Orígenes e Historial de las ganaderías bravas” nos muestra una excelente “ojeada retrospectiva” de la formación de las ganaderías de reses de lidia y es por eso voy a transcribir de esta gran obra de “Areva” la manera como se formaron las ganaderías y sus principales castas.
Es un hecho cierto -dice “Areva”- que las ganaderías bravas comenzaron a dar sus primeros pasos en el siglo XVII; pero también es innegable que hasta muy entrado el XVIII no aparecen formalmente organizadas, con la exclusiva finalidad de producir especializados animales para la lidia.
No hay noticias exactas sobre las primeras ganaderías dedicadas tan sólo a criar reses aptas para las corridas.
Viene considerándose como más antigua a la de “Raso Portillo”, así denominada por pastar en término de Pedraja del Portillo, provincia de Valladolid, cuyos toros tuvieron el privilegio de prioridad para abrir plaza en funciones reales, debiendo igualmente ser contemporáneas de aquella la de Jijón, en Villarrubia de los Ojos del Guadiana, provincia de Ciudad Real, y algunas otras en Castilla, Navarra y Andalucía.
Con Anterioridad al siglo XVII existían por distintas regiones de la península numerosas toradas en estado semisalvaje, de las cuales, y para las desordenadas lidias de por aquel entonces, extraíanse los animales que, a juicio de los vaqueros y pastores, podían ofrecer mejor resultado por su comprobada aspereza o indómito temperamento.
No había, por tanto, garantía alguna, ni se mencionaba en las cédulas o programas de las funciones el nombre del dueño de la vacada o vacadas, advirtiéndose solamente que las reses eran escogidas en las condiciones más favorables para la ejecución de las suertes que con las mismas habían de realizarse.
Por aquellos remotos tiempos consiguieron en Castilla gran renombre las reses criadas en las riberas del Jarama, pues a las aguas de este río, así como a la fuerza de sus pastos, se atribuían la finura y la valentía que acusaban los toros allí nacidos. Y tal fama lograron los bravos y nerviosos jarameños, que hasta el romancero popular hubo de cantarlos, alabando, en términos de encendido elogio, su gallardía y fiereza.
Más cuando realmente se inicia el auge de la ganadería brava es a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, durante la cual se preocupan los dueños de las vacadas de afinamiento y selección de las razas, que dan origen más tarde al auténtico toro de lidia, diferente en conformación y bravura a las anteriores variedades.
Como complemento de la marca y señal, se generalizó el empleo de la divisa a modo de enseña o distintivo de cada ganadería, se numeraron los animales y se adoptó por los criadores el libro de registro, inscribiéndose en el mismo la “personalidad”, incidencias y vicisitudes de las reses.
En una palabra: la confusión y el batiburrillo entraron por cauces metódicos y ordenados; la natural bravura de los animales fue objeto de escrupulosas pruebas y atinadas operaciones selectivas, y, desglosándose del conjunto de las piaras las reses bravas -separadas por edad y sexo-, se formaron puntas independientes que entre sí constituyeron efectivas ganaderías, destinadas a producir únicamente toros para la lidia.
PRINCIPALES CASTAS
De las principales castas, base y fundamento de todas las ganaderías actuales, reseñemos las siguientes:
CASTELLANA Y DE LA TIERRA
Pueden considerarse totalmente extinguidas. A la primera perteneció la conocidísima vacada de “Raso Portillo”, que por su antigüedad gozó del privilegio de abrir plaza en las fiestas reales, y de la misma sangre y origen fueron más tarde las de Valdés, Mazpule, etc.
JIJONA
Se ha venido afirmando por algunos escritores, a nuestro juicio equivocadamente, que el fundador de la casta fue don José Jijón. El motivo de que las reses de capa colorada más o menos encendida tomasen el nombre de jijonas, no quiere decir que aquél señor fundase la citada casta o, mejor dicho, la obtuviese merced a la unión o acoplamiento de los primeros animales que eligió para formar la vacada. Reses de estas características existían con anterioridad al siglo XVII, en no pequeña proporción, y mezcladas con otras de diferentes pelos, en muchas piaras o toradas de la provincia de Ciudad Real, en quebrado terreno de Colmenar y en las riberas del Jarama. Lo que parece más probable es que don José Jijón hiciera reunir en Villarrubia de los Ojos elementos de uniforme pinta, y luego, ya en poder de sus descendientes la ganadería por él creada, adquirieran los toros su máximo prestigio, designándoselos desde aquél momento como raza o casta jijona.
Marcaron su distinción los toros jijones por su buena alzada, su codicia y poderío, y especialmente por su típico pelaje colorado encendido, aunque también se daban el castaño, el melocotón y el retinto.
DE LOS GALLARDO
Debió su formación de esta casta -mediando el siglo XVIII- al cruce de vacas andaluzas con toros navarros, siendo su fundador el sacerdote de Rota don Marcelino Bernaldo de Quiróz. Pasó después la vacada a los hermanos Gallardo, del Puerto de Santa María, quienes la mejoraron y seleccionaron tan admirablemente que llegó a ser una de las más célebres de Andalucía.
Lo que resta de las características de estas reses, manifiéstase por la regular talla de los toros, al mismo tiempo que por su excelente trapío; denotan bravura y poder, conservando hasta el final de su lidia no pocas facultades, y son los pelos más corrientes el berrendo en negro, el negro y el castaño.
CABRERA
Hacia la mitad del siglo XVIII, don José Rafael Cabrera, de Utrera, formó una ganadería con reses andaluzas, logrando unos toros de magnífica lámina, bravos, poderosos, ágiles y finos, que en breve plazo interpusiéronse a los más famosos de aquellos tiempos. Muchos ganaderos se aprestaron a cruzar sus reses con los notables toros de Cabrera, y en la formación de nuevas vacadas intervinieron en buena parte elementos de esta casta.
Caracterizan a los animales oriundos de Cabrera su gran alzada y largura, su constitución agalgueñada, su dureza y su poder, resultando de «sentido» y recelosos cuando se les proporciona una lidia deficiente.
La pinta más común es la negra, dándose ejemplares de pelaje cárdeno, berrendo en colorado y colorado ojo de perdiz.
ESPINOSA Y ZAPATA
Aunque en la actualidad han desaparecido los rasgos de esta casta, diremos algunas palabras sobre ella. En los últimos años del siglo XVIII, doña María Antonia Espinoza, de Arcos de la Frontera, fundó una ganadería brava con reses de la provincia de Salamanca. Los toros producto de tal vacada, conocidos por “los de Espinoza”, gozaron pronto de merecido crédito, llegando a competir con los de Cabrera y Vistahermosa. Más tarde se designó a los toros con el nombre de “Zapata”, por apellidarse así los compradores de la ganadería, y en cuyas manos alcanzaron las reses amplio renombre.
Animales duros y bravos en la lidia, distinguiéndose, además, por su corpulencia, así como por su característico pelaje castaño, nevado y salinero.
NAVARRA
Se tiene noticia de que, a mediados del ya citado siglo XVIII, formáronse en la región navarra dispersas ganaderías con reses del país, siendo las primeras la de don Francisco Guendulain, en Tudela, y la de don Joaquín Zalduendo, en Caparroso.
Extinguida lentamente la casta Navarra, sus criadores han terminado por amoldarse en la producción del toro de lidia a los gustos y exigencias actuales, cruzando las reses con otras de no más genio ni más finas -ya que estas cualidades poseían las aquellas-, sino persiguiendo la alzada, que era de lo que carecían.
Distinguíase el auténtico toro navarro por su pequeña talla; fue de mucha cabeza, luciendo el pelaje castaño, retinto, colorado y negro.
VISTAHERMOSA
La ganadería que la dio origen formóse, al iniciarse la segunda mitad del siglo XVIII, por don Pedro Luis de Ulloa y Calis, primer Conde de Vistahermosa, en Utrera, con una punta de vacas y algunos machos de los señores Rivas Hermanos, también de la provincia de Sevilla.
Siendo el Conde de Vistahermosa un aficionado escrupuloso e inteligente, no tardó en obtener unos tipos de toros de gran bravura, finos de la cabeza a la cola, de buena estampa y regular tamaño, que superaron a los de otras acreditadas ganaderías por una cualidad muy importante: la nobleza.
A lo largo de más de siglo y medio de existencia, esta casta se ha mantenido pura en casi todas sus ramas, habiendo contribuido con su sangre a renovar la de diferentes ganaderías, llegando a la absorción total, como asimismo a la formación de incalculables vacadas -antiguas y modernas- que ostentan como mayor orgullo su procedencia de Vistahermosa.
El toro oriundo de la casta comentada es el verdadero prototipo del animal de lidia. Su talla es regular y su constitución robusta: la cabeza, pequeña y recogida; la piel, cola y extremidades, finas; el conjunto, proporcionado y bello; el pelo, negro, cárdeno y castaño, suave y reluciente, siendo complemento de las citadas cualidades la bravura indiscutible, la alegría, la docilidad y la nobleza.
Al fallecimiento del tercer Conde de Vistahermosa, la ganadería se dividió en varias porciones, que fueron adquiridas por don Juan Domínguez Ortíz, conocido por el “Barbero de Urtrera”, don Salvador Varea, don Fernando Freire, don Joaquín Giráldez y don Antonio Melgarejo, el que al poco tiempo cedió su parte a don Luis María Durán, pudiendo decirse que de las citadas ramas descienden la inmensa mayoría de las modernas vacadas.
La famosa vacada pasó en 1776, por la muerte de don Pedro Luis, a su hijo don Benito de Ulloa y Halcón de Cala, segundo Conde de Vistahermosa. del que en 1800 la heredó su hermano Pedro Luis, tercer Conde de Vistahermosa. Y al fallecimiento de éste, en 1821, su hermana doña Luisa, Condesa de Vistahermosa, se hizo cargo de la ganadería, enajenando al poco tiempo varios lotes. La presentación de los toros en la plaza de Madrid tuvo lugar el 2 de agosto de 1790, con divisa escarolada, siendo dueño de la ganadería don Benito Ulloa, segundo Conde de Vistahermosa e hijo del fundador.
VAZQUEÑA
Si bien el creador de la ganadería, en 1757, fue don Gregorio Vázquez, quien la infundió las cualidades que hubieron de proporcionarle extraordinaria fama, fue su hijo don Vicente José. Esta con reses andaluzas del Marqués de Casa Ulloa, de Becker y Cabrera, a las que adicionó una punta de machos y hembras comprados al Conde de Vistahermosa, refrescó y cambió totalmente la vacada. Con dichos elementos, de magnífica calidad, pero varios entre sí, obtuvo don Vicente José Vázquez un toro distinto en conformación, trapío y pujanza a los ya conocidos, y del cual arrancó la tan preciada casta vazqueña.
El pelo de los animales vazqueños es variado, como variadas fueron las sangres que entraron en la composición de la ganadería, y así pueden observarse los pelos sardo, jabonero, negro, cárdeno, berrendo en negro y castaño.
Por primera vez, en la plaza de Madrid, a nombre de don Vicente José Vázquez, con divisa azul, se corrieron los toros entre los años 1790 al 1800, y a su muerte, ocurrida en 1830, pasó la mayor parte de la vacada al Rey Fernando VII, adquiriendo otras porciones don Diego Hidalgo Barquero, don José María Benjumea, don Manuel Francisco Ziguri, don Francisco Taviel de Andrade y don Antonio Mera.
La Sangre vazqueña predominó durante el siglo XIX y primeros años del XX en numerosas ganaderías, subsistiendo actualmente algunas toradas -en mayor o menor grado de pureza- procedentes de la repetida casta.
No podemos precisar la fecha exacta, por existir gran confusión. Unos historiadores la fijan en 1790; otros en 1796; otros entre 1796 a 1801, y alguna obra, como el catálogo de la Exposición «El Arte en la Tauromaquia». editado en 1918 por el Conde de las Almenas, señala el 16 de junio de 1800, con la que estamos más de acuerdo.
VEGA-VILLAR
De la cruza de vacas del Duque de Varagua -casta vazqueña- y un toro del Conde de Santa Coloma -casta Vistahermosa-, efectuada en el año 1910 en El Escorial por don José Vega, surgió un nuevo tipo de toro que, años más tarde, dueños de la ganadería los hermanos don Francisco y don Victorio Villar, empezó a distinguirse por sus especiales características, dando origen a la casta que no tenemos inconveniente alguno en bautizar con el nombre de «Vega-Villar», apellidos del primitivo fundador y de los señores que después la fomentaron y seleccionaron.
Las particularidades más salientes de esta moderna y apreciada casta son las siguientes: toros cortos y bajos de agujas, de poco hueso, bravos, suaves y nobles, manifestándose igualmente por su inconfundible pinta y trapío. El pelaje general es el negro, el berrendo en negro y el ensabanado, dándose en gran proporción bichos girones, capirotes, luceros, calceteros, bragados, coliblancos, etc.
Y de las antedichas castas se derivó el toro de lidia actual -orgullo de la ganadería española-, cuya sangre generosa y brava surcó los mares en muchas ocasiones para servir en otros países como en Colombia, Ecuador, México, Perú y Venezuela (1), donde la hermosa fiesta taurina tiene también gran arraigo y millares de admiradores. Fin del texto de “Areva”.
(1)   La cita de los países es mía.