El toro de Lidia


Marceliano Ortiz Blasco en su obra “Tauromaquia A-Z” define al toro de lidia como “macho adulto del ganado vacuno”. El Diccionario de la Real Academia define así al toro de lidia: “Mamífero, rumiante, de unos dos metros y medio de largo desde el hocico hasta el arranque de la cola, y de cerca de metro y medio de altura hasta la cruz; cabeza gruesa armada de dos cuernos; piel dura con pelo corto y cola larga, cerdosa hasta el remate. Es fiero principalmente cuando se le irrita; pero hecho buey por la castración, se domestica y sirve para las labores de campo”. Algo diferente era la definición que aparecía, a finales del siglo pasado, en el mismo diccionario. Decía del toro que era un “animal cuadrúpedo, corpulento, rumiante, que muge, con cuernos o astas grandes en la testuz; de miembros fornidos y nervudos, uña hendida, piel dura y peluda; ojos grandes y encendidos; cola larga y, al remate, cerdosa, que suele echarse sobre el lomo; y lengua muy áspera con la cual corta los tallos de la hierba que pace. Es animal muy feroz, principalmente cuando se le irrita, pero castrado y amansado, se domestica y sirve para las labores y trabajos del campo, y entonces se le llama buey”.
La taxonomía zoológica define al toro como un animal Metazoario Superior.
Tipo:                                         Vertebrado.
Clase:                                      Mamífero.
Subclase:                                Monodelfo.
Orden:                                     Ungulado.
Suborden:                                Partiditado o Artiodáctilo.
Sección:                                  Rumiante.
Familia:                                    Cavicórnido.
Subfamilia:                              Bóvido.
Género:                                   Bos L.
Especie:                                   Bos taurus L.
Variedad:                                Bos taurus Ibéricus.
El origen del toro de lidia español es incierto. José María de Cossío, en su obra Los toros, dice: “Después de aparecer esta raza (Bos taurus célticus), que es desde luego la más antigua, como se deduce por las pinturas Rupestres conocidas, apareció la raza brava venida de Egipto, algo más corpulenta que la anterior, de colores más oscuros, negro, retinto y colorado, con cuernos robustos, como corresponde al toro de lidia y línea dorsal algo ensillada o cóncava. Podemos llamar a esta raza Bos taurus africanus, y son subrazas de la misma, la exremeña, la andaluza, la ribatejana de Portugal, etcétera. Por último, esta raza africana sufrió importantes modificaciones biológicas, bien por acción de algunas mutaciones que el medio extremado de la región central española provocara, bien por cruzamiento con el auroch que entonces existía en España, y se produjo un nuevo tipo de toros, que puede considerarse como propio de una tercer raza, que llamaremos Bos taurus ibéricus, de formas robustas, de mayor talla, de coloraciones oscuras (con raya dorsal más clara o amarillenta) o berrendas o de cuernos análogos o los de la raza anterior, pero aún mayores”. Areva escribe que “al Bos primigenius, gigantesco toro salvaje de pelo negro listón fiero e irascible, muy veloz en su carrera... en la Edad Media se le cruza con vacas domésticas, por lo que parece indudable que algunas de las razas vacunas actuales, entre ellas la del toro bravo, desciendan de aquél”. Sea cual fuere su origen, lo cierto es que el actual toro de lidia ha variado respecto al primitivo, tanto en su aspecto externo como en su bravura. El toro es un bello animal, perfectamente constituido que, en opinión de Bruno del Amo (Recortes) debía reunir las siguientes condiciones: «ser corpulento y de mucha presencia, bien proporcionado y fuerte. De articulaciones bien pronunciadas y flexibles; piel fina (antiguamente se pesaba la piel y podía considerarse fina la que pesaba entre setenta y ochenta libras, aproximadamente treinta o cuarenta kilos), pelo luciente, lustroso, espeso, liso, igual, sentado, fino, suave y limpio, cabeza poco voluminosa y descarnada, testuz ancho, cuernos bien colocados, fuertes, delgados, lisos, tersos, finos, puntiagudos, de regular tamaño y oscuros, negros o verdinegros, ojos grandes, de fiero mirar, salientes, vivos, brillantes, relucientes y encendidos, orejas pequeñas, vellosas y muy movibles; hocico pequeño, fino elástico y negro o casi negro; ventanas de la nariz abiertas y dilatadas, cuello flexible, corto, redondo y grueso, morrillo grande, ancho y levantado, papada pequeña, pecho ancho y profundo, vientre deprimido, pero bien desarrollado, dorso marcado, pero llano, lomos finos y rectos, grupa ancha y musculosa, cola alta, delgada, fina y prolongada hasta pasar por los corvejones y espesa al final; ancas ligeramente elevadas, extremidades rectas, robustas, nervudas, enjutas fornidas y lo más rectas y delgadas posible, corvejones bien proporcionados, cuartillas más bien largas, pezuñas más bien pequeñas, bien redondeadas y hendidas, lisas, elásticas, lustrosas y del color de los cuernos o más oscuras y negras, aplomos buenos, órganos de la generación bien desarrollados, dentadura sana y blanca, los sentidos bien desarrollados, movimientos del cuerpo rápidos, enérgicos y desenvueltos, peso de veinticuatro arrobas en canal y edad de cinco a siete años”. “Del toro que reúna estas condiciones se dice que tiene buen trapío y será más fino el que más reúna de dichas condiciones y más basto el que reúna menos”. Francisco Montes (Paquiro), con mucha anterioridad, había resumido de manera magistral todas estas condiciones, en su obra El arte de torear, diciendo que el toro, para reunir condiciones para la lidia, “había de tener casta, edad, libras, buen pelo, salud y que no hubiera sido nunca toreado”. Gumersindo Aparicio, en su libro Zootécnia especial, lo define así: “Conformación recogida, en general, con peso vivo oscilando entre seiscientos y setecientos kilos en los machos, y trescientos a cuatrocientos en las hembras, cabeza pequeña, con cara corta (braquiprosopia); perfil entrante y testuz invadido por pelos rizosos, ojos vivos y frente hundida, encornaduras insertadas en la misma línea de prolongación de la nuca en bastantes individuos, en otros, por delante de ella y dirigida hacia adelante y arriba hasta adquirir la forma de gancho. Cuello breve y potente. Tronco cilíndrico, de costillares arqueados y de gran profundidad. Línea dorsolumbar recta o con ligera tendencia al combado, como corresponde a los tipos de perfiles entrantes. Grupa recta y amplia, con nacimiento de la cola en la misma prolongación del sacro, la cola asimismo deberá ser fina y extensa, encontrándose revestida en su prolongación de un gran mechón de crines, que en muchas ocasiones llega al suelo. Nalgas redondeadas y extremidades y aplomos perfectos y gran finura de huesos. La capa característica es la negra zaina, con igual coloración en las terminales de cuernos y pezuñas. Las mucosas ennegrecidas”. En 1980 el Ministerio de Sanidad español publicó un libro titulado El toro de lidia. Datos biométricos y encuesta estudio sobre el síndrome de las caídas, cuyo autor es Ramón Barga Bensusan. En él se hacen públicos los datos obtenidos del estudio minucioso de 17.694 reses y de éstos entresacamos los datos biométricos, y otros, correspondientes al toro de lidia de la época más reciente.
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Capa:                                                             Negro zaino.
Alzada:                                                           145 centímetros.
Peso vivo:                                                        532 kilogramos.
Peso en canal:                                                324, 92 kilogramos.
Rendimiento:                                                  57, 80 por 100
Edad media a que se lidia:                            52 meses (4 años y 4
                                                                       meses).
Longitud externa del asta:                             46, 74 centímetros.
    Y en datos no seriados de mediciones realizadas:
Alzada:                                                           136-143 centímetros.
Anchura de la cabeza:                                  26-32 centímetros.
Longitud escápulo-isquial:                             173-184 centímetros.
Perímetro caña anterior:                                 21-25 centímetros.
Perímetro caña posterior:                                22-27 centímetros.
Perímetro torácico:                                          175-187 centímetros.
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Un ganadero, Alvaro Domecq Díez, propietario del hierro de Torrestrella, define al toro como “un animal excitable, irritable al máximo, un enfermo al que hemos llenado de ira y se la hemos sacado a flor de piel, como se saca una escultura de una piedra. La irritabilidad ha podido ser seleccionada como la lana o la producción láctea”. Su bravura (antes fiereza), gracias a una esmerada selección de virtudes, constituye una auténtica obra humana: el toro bravo actual está hecho para el toreo actual, con ello queda dicho todo. En España han existido diferentes variedades de la raza (Raso de portillo, vazqueña, navarra, jijona, Gallardo-Cabrera), Vistahermosa, etc, de las que doy cuenta en el siguiente tema), la mayoría de las cuales se han extinguido, quedando únicamente algo de la subraza vazqueña, de Gallardo-Cabrera, y prevalece la de Vistahermosa, que puede decirse constituye la base de la mayoría de las ganaderías de reses bravas españolas actuales, así como de las portuguesas y americanas. De cada una de las pintas, encornaduras y demás características formológicas del toro bravo me ocupo en el lugar correspondiente.
            A efectos de su lidia, se considera toro al macho que ha cumplido cuatro años de edad (cuatreño).