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La corrida, metida en frío y viento desde el inicio, fue un naufragio desde que comenzó. El primero, un toro muy corto de manos y bien hecho, se fue al limbo después de perderlas sucesivamente. El animal no podía con su alma y terminó volviendo a los corrales. El sobrero de El Torreón tampoco estuvo muy allá. Cogido con alfileres, más a la defensiva que otra cosa, el animal nunca pudo emplearse.
No rompieron tampoco los siguientes alcurrucenes. El segundo, otro toro muy bajo y bien hecho, blandeó de inicio. Y no dejó de hacerlo en la faena. A ello se unió esa mirada tan propia de Núñez como desconcertante, más cuando el torero que está enfrente le cuesta aguantar. El toro, sin ápice de fuerza, blandeó y se desencuadernó más de una vez.
El tercero, un toro girón con muchos kilos, aguantó más. Se dejó pegar en el caballo y llegó a la muleta al límite. Parado y sin mucha fuerza, se defendió más que otra cosa, con embestida a saltos, aunque sin maldad.
Cambió el signo de la corrida de ahí en adelante. El cuarto fue un toro manejable para el torero, al que había que engancharle y llevarle. En su defecto, se montaba encima y medía mucho. La guinda de la corrida fue el quinto, un toro que cumplía cuatro años y que a la postre llevó la emoción al tendido. "Guitarra" se venía de lejos y con buen tranco desde el inicio, pedía sitio y se desplazaba por bajo. También por el izquierdo, un punto más limpio, siempre que lo enganchasen y llevasen toreado. Lo que ocurrió muy pocas veces.
El sexto, un galán muy largo, se frenó de salida y midió mucho. Al toro lo zurraron de lo lindo en el caballo y, pese a tres puyazos fortísimos, llegó con todo a la muleta con tres series de las de armar lío gordo en Madrid sobre la mano diestra. Después, acusando el caballo y también la colocación muy encima de Tendero, se paró por el izquierdo.
Escudada en el viento, la terna naufragó más todavía. Uceda no lo vio claro con ninguno de sus dos toros. Siempre en la pala, perdiendo pasos y sin confiarse de verdad, abusó de tirones y no se comprometió nunca.
El Cid no lo vio con el inválido segundo. Tras un buen saludo de capa por la izquierda, el de Salteras estuvo con demasiadas dudas y paso en falso con el animal, que no podía con su alma. Con el quinto quiso pero no pudo. Le dio sitio al toro de inicio con la diestra pero la decisión de rematar siempre por arriba los muletazos hizo que le enganchase la tela las más de las veces.
La faena se fue diluyendo como un azucarillo. Echó el freno el de Salteras, que no volvió a darle sitio y se amontonó toreando con la zurda, siempre en la pala, citando en uve y con demasiados enganchones. Lo recriminó el público, que tomó partido, con justicia, por el toro.
La papeleta de Tendero no fue fácil. El albaceteño salió dispuesto con el tercero y dejó, en esa primera parte, los únicos muletazos estimables al natural. El sexto acometió con todo y Miguel le aguantó muy bien una primera serie por el derecho. Después, se empeñó en montarse encima y no supo mantener el hilo de la faena. También al hilo por sistema, buscando más el uno en uno que la continuidad, todo acabó en tono plano. Y Tendero, como se vio en Sevilla, puede y debe estar mejor.
LAS VENTAS, 14 DE MAYO
9ª de San Isidro. Lleno.Toros de Alcurrucén (1º bis de El Torreón), bien presentados. 1º, flojo y descompuesto. 2º, noble. 3º, bajo de raza aunque manejable. 4º, desrazado. 5º, encastado, aplaudido. 6º, enrazado.
Uceda Leal, silencio en ambos.
El Cid, silencio y pitos.
Miguel Tendero, silencio y silencio.
Parte médico de Antoñares: Fractura de radio distal, pendiente de estudio radiológico. Se reduce la inflamación bajo sedación
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