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Por: Nelson Arreaza
En 1972 se publicó, un excelente libro titulado La Fiesta Taurina (una pasión ibérica), escrito por Alfonso Carlos Sáiz Valdivieso. En Mi Espacio Didáctico, voy a empezar con una serie de trabajos publicados en el mencionado libro sobre los personajes que están alrededor de la Fiesta. Trabajo que me pareció bastante interesante.Hoy comenzare por El Apoderado, personaje importantísimo en la vida del torero y de gran importancia dentro de la Fiesta.
Ahora los dejo con la primera de varias partes de este excelente trabajo.
“La figura del apoderado surge como consecuencia de la necesidad o desamparo en que quedaron los toreros al sustituirse las Juntas de Caridad, administradoras de las plazas, por los empresarios mercantiles.
El torero se desenvolvía en un plano de igualdad con los señores de las Juntas, pero quedaba en inferioridad ante los empresarios, que saben su oficio y procuran obtener el mejor beneficio de su negocio. El torero no puede luchar en dos frentes: ruedo y despachos. Por eso, el apoderado es imprescindible para relevar al diestro de contrataciones, guarismos, trámites, gestiones sindicales, etcétera.
El torero necesita una persona en la que confiar para poder entregarse con todas las energías a su difícil arte. El apoderado administra el patrimonio del torero, sus ingresos y gastos, firma contratos, visita empresas, ganaderías y elige toros, si puede…
El apoderamiento de los toreros se institucionaliza y recibe los aires de un estilo marcado por hombres que, al regir los destinos de las figuras más importantes, impusieron controles rigurosos de comodidad.
La figura del apoderado toma un poco de historia y un poco de leyenda de sus prototipos, encarnándose en un hombre de gafas negras y lanzamientos espectaculares, que impone a quien le conviene y quita –si puede- a quien le da la gana… Se ha fabricado mucha literatura de este estilo.
Pensemos que, junto a muchos profesionales honorables, han aparecido individuos oportunistas que, sorprendiendo la buena fe del torero, han terminado por defraudar sus esperanzas.
Por mas cosas y por otras, el apoderado como tal esta en crisis. En estos momentos le rodean unas circunstancias de transición que han dado lugar a una nueva dimensión a esta actividad.
Hoy el apoderado no es un hombre omnipotente y controlador. Es mas bien un Jefe de Relaciones Públicas de su poderdante, que se ocupa únicamente de la peculiar burocracia taurina y de la promoción, publicidad y perpetua imagen triunfalista del torero.
El diestro que no sea una figura de primerísimo rango, no puede prescindir de su apoderado. El encumbrado no lo necesita, porque si se arrima y goza de buen cartel, tiene a su alcance la pluma que el empresario poderoso le tiende para concertar una exclusiva de cincuenta corridas…
Esto, para el torero, es cómodo y seguro y le economiza trámites y preocupaciones. Las exclusivas son una inversión muy particular y moderna de apoderamiento, sumamente atractiva y confortable para quien se viste de luces.
Pero el novillero, que va abriéndose camino con dificultades entre pases y cornadas, el recién alternativazo que aspira a una definitiva consagración, no puede prescindir de ese hombre, que en los comienzos de su andadura le hace sitio en su casa, le da de comer, le viste y le proporciona toros revolviendo Roma con Santiago.
Todo porque ha visto un filón en el muchacho que todavía no se hay situado, y ha concebido la operación como una inversión a plazo mas o menos corto.
Lo malo es que, las ganancias previstas, no es raro que se vean truncadas por la ingratitud del poderdante, el cual, al empezar a volar por su cuenta, se olvida de quien le ayudo a ponerse las alas y se va con el apoderado de moda o con ese empresario que le ofrece una exclusiva.
Son Gajes del oficio; servidumbre de esta actividad, cuya remuneración puede alcanzar hasta un quince por ciento de los honorarios contratados por el matador”.
Hasta aquí El Apoderado, en una próxima entrega vendrá otro Personaje de la Fiesta.
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